Calurosa acogida a la soprano en su
regreso a la ópera escenificada
El esperado regreso de Montserrat Caballé a
la ópera escenificada tras diez años apartada de ella se materializó anoche con
con el estreno en el Liceu de “Henry VIII” de Camille Saint- Saëns. La soprano
recibió una calurosa acogida por parte del público que llenaba la sala, que le
dedicó fuertes aplausos y bravos al término de la función, mientras sus fans le
agradecían su dedicación al Liceu con una lluvia de papeles con la frase
“Montserrat: gràcies pels 40 anys de fidelitat”, en referencia al 40º
aniverario de su debut en el Gran Teatre de La Rambla, que se se cumple justo
pasado mañana.
El público dedicó también aplausos al resto
del reparto –especialmente a la mezzosoprano lituana Nomeda Kazlaus (Ana
Bolena) y al tenor estadounidense Charles Workman (Don Gómez) y a todo el resto
del equipo artístico, coro, orquesta y director musical (José Collado)
incluidos.
El punto negativo de la noche fue que el
bajo–barítono Simon Estes, que encarnaba al principal personaje de la obra,
Enrique VIII, se vio afectado por una laringitis alérgica que hizo que cantara
a media voz los dos primeros actos y que finalmente padeciera una afonía que
obligó a sustituirle por otro cantante en los dos últimos actos. Tampoco
intervino en la escena del ballet, como se había anunciado, Julio Bocca, al
encontrarse enfermo.
Gran figura de la ópera a escala mundial
durante el últimomedio siglo, reina indiscutible del Liceu, magnífica
intérprete de lasmás célebres reinas del género –María Estuardo, Ana Bolena,
Isabel de Inglaterra, Sancha de Castilla...–, la soprano catalana ha elegido
para su regreso a otra reina emparentada con aquellas, Catalina de Aragón,
reina consorte
del célebre monarca británico Enrique VIII.
Los responsables del teatro han decidido
celebrar los 40 años de su debut en el teatro con un libro, fundamentalmente
fotográfico, que documenta todas las actuaciones de Caballé en el teatro y que
será presentado en el salón de los espejos pasado mañana , en un acto de homenaje
a la diva. Montserrat Caballé no cantaba ópera en el teatro barcelonés desde
1989, cuando protagonizó el estreno de “Cristóbal Colón”, de Lleonard Balada, y
“La fiamma” de Ottorio Respighi. Después todavía participó en algunas óperas en España y en el extranjero, la
última de ellas un “Viaggio a Reims” de Rossini en el Covent Garden de Londres,
en 1992. Desde entonces se ha limitado a intervenir en recitales, conciertos y
alguna ópera en versión de concierto, tanto en las temporadas liceísticas como
en otros teatros y salas de todo el mundo.
La ópera de su regreso a escena, “Henry
VIII”, cuenta con un libreto de Pierre Léonce Détroyat y Armand Sylvestre
basado en “La “El cisma en Inglaterra” de Pedro Calderón de la Barca y en el último
drama de Shakespeare, “All is true”. La obra, en el estilo de la “grand opéra”
francesa, se estrenó en 1883 en la Ópera de París y durante largo tiempo ha
permanecido olvidada, al igual que otros títulos de Camille Saint-Saëns,del que
sólo permanece en el repertorio la célebre “Sansón y Dalila”.
La ópera se centra en el repudio de
Catalina de Aragón por Enrique VIII, al enamorarse de Ana Bolena y querer
casarse con ella, el episodio histórico que dio lugar al cisma de la Iglesia anglicana
respecto de la católica, al negarse las autoridades de esta última a anular el
matrimonio entre el rey británico y la hija de los Reyes Católicos, que es
presentada en la ópera de forma idealizada, leal en todo momento a su marido.
LA VANGUARDIA – 06/01/2002
LA VANGUARDIA – 06/01/2002
Cuatro décadas en el trono
HENRY VIII
Autor: Camille Saint-Saëns
Intérpretes: Simon Estes/Robert Bork, Montserrat
Caballé, Nomeda Kazlaus, Charles Workman. Ballet Argentino. Coro y Orquesta del Gran Teatre del
Liceu. Director de
orquesta: José C. Collado.
Producción: Gran Teatre del Liceu/ Théâtre Impérial de
Compiègne
Lugar y fecha: Gran Teatre del Liceu (4/I/2002)
Se
produjo el emocionante reencuentro de Montserrat Caballé con el Liceu en una
ópera. Escuchándola en los
impresionantes recitales del Liceu y de otras partes, uno tenía la seguridad de
que la Caballé aún podía enfrentarse perfectamente con una ópera entera, y así
lo ha demostrado completamente, hasta el punto de que, si ésta hubiese sido su
primera actuación en el Liceu, un crítico imparcial habría saludado su
actuación con sorpresa y entusiasmo.
Para muchos espectadores que no escucharon
a la diva en los años de su absoluta gloria hubo, pues, motivos para saludar en
su actuación a una soprano que cantó sus arias dejando apreciar una voz todavía
prodigiosa para un fraseo admirable, para unos pianos y pianísimos delicados,
exhibiendo un sentido musical de primer orden para imponerse en los pasajes de
fuerza, y sorprendiendo a veces incluso por el torrente vocal en las frases más
dramáticas. Y, por encima de todo, que Caballé haya culminado con esta Catalina
de Aragón cuarenta años de carrera liceísta.
Añadamos que el destino no puso fáciles las
cosas para este triunfo: la ópera de Saint-Saëns es larga y, aunque tiene
momentos magníficos (el último acto, sobre todo), se interpretó virtualmente
completa y, naturalmente, con un solo descanso, y ni siquiera se cortó el
inútil y anticlimático ballet del final del segundo acto, basado en melodías y
ritmos que nada tienen que ver con el siglo XVI. Ya es sabido que en la Ópera
de París el ballet era indispensable, pero en el Liceu, si hubo tradición de
ballet, el viento se la llevó, y ver a cuatro bailarines dando saltos por el
enorme escenario quedaba, cuando menos, ridículo, a pesar de la aceptable
calidad de los intérpretes, sin el anunciado Julio Bocca.
Por si fuera poco, el titular de la obra,
Simon Estes, en el papel de Enrique VIII, salió en mal estado vocal, como suele
últimamente. Tanto que tras el descanso se anunció que le sustituía Robert
Bork, el bajo del segundo reparto, quien logró un éxito personal por su calidad
vocal y la excelente actuación.
Señalemos también la más que notable
actuación de la magnífica mezzosoprano lituana Nomeda Kazlaus, cuyo extenso
papel le permitió el lucimiento de su excelente timbre vocal y de su
personalidad escénica. El tenor norteamericano Charles Workman exhibió una voz
sumamente ligera pero de calidad y con excelente capacidad para el canto.
Entre los roles menores se distinguieron
Hans Voschezang, CelestinoVarela, Begoña Alberdi y los tenores Claude Pia y
Josep Fadó. La orquesta
funcionó bien dirigida por José C. Collado. El coro estuvo rotundo y bien
enfocado. La producción, flojita y sin especial interés. El vestuario no pasa de
correcto. Mejorado el clima general con Robert Bork, y también por el mayor
interés musical y dramático de la segunda parte, la ópera consiguió una mejor
acogida por parte del público. El final fue una fiesta, con aplausos para todos
y lluvia
de papelitos y flores en homenaje a la
diva, que, emocionada, vivió una nueva noche de estreno liceísta que confirmaba
sus cuarenta años de reinado.
01
01.04.2002
Berlin
Philharmonie
03/04/2002
03/04/2002
Kunstvoll gesäuselt: Und trotzdem lieben alle Montserrat Caballé
Sie ist längst eine
Legende. In wenigen Tagen wird Montserrat Caballé 69
Das
ist ein Alter, in dem selbst die kostbarsten Stimmen ein wenig an Kostbarkeit
zu schrumpfen beginnen. Und wenn dann noch das kleine Gehüstel vor vielen
Liedern anzeigt, dass Madame Katarrh, die Liederfeindin par excellence, seit eh
und je die Brunnenvergifterin so mancher Gala, sich zum Duett mit der
Primadonna gesellt, dann horcht man dem Abend mit einiger Skepsis entgegen.
Doch am Ende setzt es standing ovations. Nicht so sehr wahrscheinlich für das
Singen der Caballé, sondern für ihr exemplarisches Sein. Sie kommt herein in
überschwänglichem Schwarz (nach der Pause wird sie zu einem knallroten
Unterkleid überwechseln) und stützt sich dabei schwer auf den Arm ihres
Begleiters Manuel Burgueras, auf dessen rücksichtsvollen musikalischen Beitrag
sie sich auch später anhaltend stützt. Tief verbeugt sie sich vor ihrem
Publikum, das bis zu 80 Euro hat hinblättern dürfen, um dabei zu sein. Statt
eines Programms liegt gratis ein Zettelchen aus mit den Komponistennamen und
den Titeln des Dutzend Lieder (auch ein paar Arien sind dazwischen), die Frau
Caballé singen wird. Caballé beginnt mit einem Grand mit Vieren alter Musik von
Scarlatti über Vivaldi bis zu Piccini. Es sind bewährte Stückchen zum
Einsingen. Einige melancholisch und schleppend, andere eher heiter und pfiffig.
Aber sehr rasch merkt man, dass Caballé sie im Grunde gar nicht mehr richtig
vollstimmig singt, sondern sie nur noch markiert. Sie deutet an und deutet aus,
immer geschmackvoll, stets wohl klingend, immer im Piano.Es wird kunstvoll
gesäuselt. Diesmal ist Massenet das Opfer. Caballé haucht seine Noten hervor
als seien sie eine zerbrechliche Kostbarkeit. Aber auch nach der piccola pausa,
wenn die geliebte Stimme ins heimische Spanisch hinübergleitet, wird der
Stimmhahn kaum je kräftiger aufgedreht, einzig beim vokalen Kastagnettenschlag,
dem Flamenco-Gezisch am Ende. Dieser überraschende Ausbruch an gleichfalls
bereits etwas verblasstem Singtemperament setzt das Publikum geradezu in
Ekstase. Es springt auf, es bejubelt die Größe von einst unter dem
Alters-Scheffel. Caballé wird geliebt und verehrt. Sie hat es sich erdient.
Verdient hat sie es sich auch. Sie wird weiter entzücken, selbst wenn sie gar
nicht mehr singen kann.
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12.04.2003
Hamburg
Musikhalle – grosser Saal
14/04/2003 – Hamburg
14/04/2003
– Hamburg
So unerreichbar zärtlich klingt die Oper der Vergangenheit
Gala-Konzert der
Montserrat Caballé
Der
Belcanto der Montserrat Caballé ist ein seltsamer Anachronismus. An ihrem 70.
Geburtstag kehrte sie nach Hamburg für ein Galakonzert in der Musikhalle zurück
und demonstrierte noch einmal die längst verlorene Kunst des Piano-Singens. Ihr
Publikum aber kennt die Caballé weniger als singende Legende der Oper, denn als
Star der lauten und glamourösen Medienwelt - aus Talkshows, vom Kochen mit
Biolek oder aus dem sensationellen Crossover-Duett mit der Poplegende Freddy
Mercury. Die Katalanin hat gelernt, auf der Klaviatur des Massengeschmacks zu
spielen, Kompromisse an ihre elitäre Kunst geht sie dafür kaum ein. Sie
beginnt, sensibel von Manuel Burgueras am Flügel begleitet, scheinbar
unspektakulär mit "Crudeli spiriti" des alten Scarlatti, spinnt mit
ihrer immer noch edel schimmernden Kopfstimme feinste endlose Tonfäden, die sie
mit himmlischer Sicherheit durch sanft angesetzte Spitzentöne krönt. Bei Jules
Massenets "Les âmes" oder "Cherubin" bewältigt sie sogar
dramatische Aufschwünge mit geradezu jugendlich überschwänglicher Bravour und
lässt so jede junge Sängerin alt aussehen. Die sinnliche Schönheit ihrer Stimme
und ihre absolute Stilsicherheit serviert sie ohne jede abgehobene Grandezza,
sondern stets mit ihrem gewinnenden Lächeln und umwerfenden Charme. All dies
lässt sich leider nicht ohne weiteres genetisch duplizieren. Tochter Montserrat
Martí, rein äußerlich mit markanter Nasenpartie der Callas ähnlich und als
Duo-Partnerin mitgebracht, hat sich zwar eine sichere Technik von der Frau Mama
abgelauscht, ansonsten aber dem aktuellen Operngeschmack eines andauernden
Forte-Gebrülls angepasst. Mit dem hart artikulierten Opernespressivo des
Verismo und mächtigen Acuti rief auch ihr Tenorkollege Oscar Marín in Turiddus
Abschiedsarie aus "Cavalleria Rusticana" so laut in den Wald der
Begeisterten hinein, wie es prompt herausschallte. Adäquate Partner konnten die
beiden jungen in den Duetten mit der Caballé nicht werden. Welten von einst und
heute prallten aufeinander. Höchste Harmonie herrschte in den vielen Zugaben.
Jetzt gab auch die Caballé den Affen Zucker - mit dem Liebesduett "Lippen
schweigen" aus "Die lustige Witwe" zum Beispiel. Tobender
Applaus für die sichtlich bewegte letzte wahre Primadonna des reinen Klangs.
12
12.11.2003
Hamburg
Musikhalle – grosser
Saal
14/11/2003 – Hamburg
14/11/2003
– Hamburg
Eine Operndiva, wie sie im Notenbüchlein steht
Die
Frage, ob Maria Callas bis ins hohe Alter noch so hätte singen können, stellt
sich gar nicht erst. Montserrat Caballé hat die nur vier Wochen nach ihr geborene Diva schließlich um Jahrzehnte überlebt und
singt noch immer zur Freude ihrer Verehrer rund um den Globus. Zur Ikone ist
sie dabei ganz von selbst geworden, ohne ihr Image als liebenswerte, souverän
gealterte Sopranistin mit dunklem Timbre je hätte forcieren zu müssen. Beim
Lieder-Recital in der Musikhalle schimmerte ihr einstiger Glanz jedoch nur noch
matt hindurch. Gefährlich wacklig klang die schlanke Höhe, manche Töne waren
angeschliffen, und oft genug lag ihre Intonation um Mikrointervalle zu tief.
Wegen eines Missverständnisses brach sie sogar die Arie "Non voglio, no,
pensar" ab und versicherte würdevoll lächelnd, dass der Komponist für
diese Zäsur gewiss nichts könne. Verziehen wurde ihr nicht nur das.
Nun
hatte sich die Caballé auch kein leichtes oder gar leicht verdauliches Programm
gewählt. Von barocker Inbrunst bei Alessandro Stradellas "per pietà"
aus "Il Floridoro" bis hin zu Gaetano Donizettis konzertanter Kantate
"L'amante Spaguolo" reichte die Palette heute vergessener Vokal-Hits.
Kaum ein Reißer war darunter. Vielleicht war das aber auch genau die Absicht.
Keine kecken Eskapaden à la Rossini drohten, die nicht mehr so bewegliche
Sängerin aufs Glatteis zu führen, keine heiklen Intervallsprünge Mozarts hätten
sie bloßstellen können. Stattdessen sang sie eine Literatur, die ihrer großen
Stimme, ihrem weit ausschwingenden Timbre und ihrer noch immer packenden
dramatischen Gestaltung eher gerecht wurde. Herrlich die plötzlichen
Dur-Aufhellungen in Mercadantes "Perche tremo" oder die energischen
Gesten des erst 1950 verstorbenen Francesco Cilea, einem der letzten Nachfahren
der großen italienischen Oper und Schöpfer des Rühr- und Tränen-Dramas
"Adriana Lecouvreur".
Manuel
Burgueras, der die Caballé seit 1991 am Klavier begleitet, nahm sich total
zurück und tupfte seine gebrochenen Übergangsakkorde gefühlvoll dahin. Die
Leichtigkeit, die er bei zuweilen aufleuchtenden Walzerrhythmen anschlug,
kontrastierte sonderbar mit Caballés schwerfälligen Koloraturansätzen und
breiten Trillern. Voller Charme gerieten dennoch die Kadenzen bei "Ay
Malhaya" von Jerónimo Giménez oder die französisch gesungene Elegie
"Nuit d'Espagne" von Jules Massenet. In der langen schwarzen Robe,
dem auftoupierten, streng zurückgekämmten Haar und den tiefroten Lippen hätte
diese Frau, die das Bild einer spanischen Operndiva wie kaum eine andere
geprägt hat, gewiss auch in die Rolle der verlassenen Lucia aus Mascagnis
"Cavalleria rusticana" gepasst. Nach getaner Arbeit drückte die
Caballé ihrem galanten Begleiter das Notenheft in die Hand und ließ sich von
ihm gemächlich zum Ausgang führen.
Bei
allem Wohlwollen konnte sie an diesem Abend den Beweis, dass Tenöre vielleicht
doch schneller altern als Soprane, dann doch nicht antreten. Achtung gebührt
der 70-Jährigen trotzdem. Und wer ihre unvergessenen Aufnahmen in makelloser
Qualität hören möchte, sollte am besten zur vierteiligen CD-Neuauflage von BMG
Ariola classics (RCA Red Seal) greifen, die dieser Tage erschienen ist:
"Les Grandes Heroine Lyriques", "Recital Espagnol",
"En Recital" und "Duos mit Giuseppe di Stefano". Die
Doppel-CDs enthalten jeweils legendäre frühe Studioaufnahmen, bei denen
Caballés Lieblings-Zugabe, das Schweizer Liedchen "G'schätzli",
natürlich nicht fehlt.
03
03.04.2004
Barcelona
Liceo
Piano:
MANUEL BURGUERAS
LA VANGUARDIA – 05/04/2004
LA VANGUARDIA – 05/04/2004
Glorioso
recital de Montserrat Caballé
Autores: Stradella, L. Leo, A. Scarlatti, Mercadante, Donizetti,
Cilèa, Massenet
Intérpretes: Montserrat Caballé, soprano; Manuel
Burgueras, piano.
Lugar y fecha: Gran Teatre del Liceu (3/IV/2004)
La semana próxima, Montserrat Caballé va a
cumplir setenta y un años. El mero hecho de su presencia en el escenario del Liceu, a pesar de un
programa operístico totalmente insólito, provocó el lleno completo del teatro,
que siguió fascinado la lección de canto que nos ofreció la ilustre diva, que
fue ahondando en los recursos de una capacidad de canto que se basa en un
fraseo impecable, en la pulquérrima administración del fiato para conseguir
notas de una belleza fascinante, y para darnos un recital que supera todo lo que
se ha visto recientemente.
Abrió el recital con arias de autores italianos
barrocos; luego pasó a su terreno más habitual, con una exquisita
aria de “Il conte d'Essex”, de Mercadante,
y un par de canciones del mismo autor; siguieron luego dos de Donizetti,
coronadas por un aria de la ópera “Adelia” en la que lució el legendario fiato
aplicado en un agudo impresionante por su suavidad y finura.
Como evolución estilística emprendió en la
segunda parte cuatro arias de óperas poco conocidas de Francesco Cilèa, el
compositor verista que trató de compaginar verismo y bel canto, y finalmente
nos ofreció un florilegio de piezas de Massenet, un compositor en el que Montserrat
Caballé ha hecho recientes e importantes incursiones.
El crítico no pretende ser “malo”, pero
quiere subrayar que terminado el recital los aplausos del público
arrancaron seis bises a la diva (a la Gheorghiu
sólo cinco). Entre éstos un fascinante “Babbino caro” (que la Caballé cantó en
el Liceu por primera vez ¡en 1974!), un maravilloso “Emigrant” (Vives) y un
curioso lamento de la olvidada compositora María Rodrigo (1888-1967), acabando con
una improvisación en la que el excelente pianista acompañante, Manuel
Burgueras, hizo gala de eficacia, como durante todo el recital.
Ganz herzlichen Dank an Yann aus Frankreich für das obige wunderschöne Photo, das er selbst während des Konzertes aufgenommen hat.
Ob das sein muß? Klebrig fließt der Zuckerguß über jeden
Stimmgenuß
Auf
den Arm des Pianisten gestützt, betritt ein Wesen wie von Botero gemalt die
Bühne der Musikhalle. Kühner Schneiderlaune gehorchend, umspielt ein in Wellen
herabfließendes, kupferfarbenes Gewand die gewaltigen Formen der ehemaligen
Operndiva Montserrat Caballé. Das sehr schwarze Haar soll ihr Alter nicht
verraten, doch mit dem Gehen muß sie sich Zeit nehmen. Ungeachtet ihrer 71
Jahre drängt es sie noch immer ins Scheinwerferlicht, und die zahlreichen
Besucher ihres als "Weihnachts-Gala-Liederabend" angekündigten
Konzerts geben ihr recht. Montserrat Caballé ist noch
gefragt, besonders bei Damen, die zu solchen Anlässen ihre mit lila Pailletten
besetzte Jacke und ihre goldenen Schühchen aus dem Schrank holen und
erfolgreich den Gatten beknien, er möge doch wenigstens heute mal seine Fliege
umbinden, obwohl jeder sehen kann, daß Mann und Fliege in diesem Leben keine
Freunde mehr werden. Montserrat Caballé läßt sich zu ihrem Singplatz am Flügel
geleiten, stemmt die Rechte gegen den nach hinten geklappten Deckel des
Instruments, ordnet ihre Noten auf dem schmucklosen, hölzernen Pult und hebt zu
singen an.
Wir
begreifen nach den ersten Tönen, weshalb einst die Welt dieser Stimme verfiel.
Zugleich werden wir Zeugen, wie so langsam die wunderbare Welt dieser Stimme verfällt.
Frau Caballés Sopran verfügt noch immer über ein ungeheures Volumen, das sie
über weite Strecken des Abends zu zügeln weiß. In den Liedern von Donizetti und
Massenet kultiviert sie deshalb ein fortwährendes Fortepiano. Die stärker
gesungenen Töne dämpft sie schnell ab, erst bei den Schlußtönen schiebt sie
sich in vokale Bravourgesten hinein. Doch singt sie nur noch Binnenbögen; ein
Sinn fürs Ganze ist nicht mehr zu hören. Die Caballé gestaltet nichts mehr, sie
präsentiert ihrem Publikum nur noch vokale Petits Fours, süße Einzeltöne und
Mini-Phrasen, abgeschmeckt allerdings mit der jahrzehntelangen Erfahrung der
Meister-Pâtissière.Den deutschen Weihnachtsliedern in ihrer soliden
Lebkuchenhaftigkeit tat diese Zuckerbäckermentalität weniger gut. Die schlichte
Melodie von "Alle Jahre wieder" bekam durch das pathetische Vibrato
etwas Klebriges. Auch das angloamerikanische Weihnachtsrepertoire machte nicht
froh. "Mary's Boy Child" kam recht ölig, und "White
Christmas" klang derart schwunglos, daß man den Schneeflocken ihr
Fernbleiben nicht verdenken kann. Bei Fernando Obradors "El Vito"
zeichnete die Primadonna von damals die harten Schatten der andalusischen Sonne
weich wie hinter Milchglas, in der "Tarántula" von Giménez mit seinem
raschen Sprechgesang blieb die melodische Kontur auf der Strecke.
Gegen
Ende des Programms glückte ein ganzes Lied, die "Marinela" von José
Serrano. Da paßte alles zusammen, sogar beim Schlußton mied die Caballé alles
Übersteuernde. Und es kam eine mögliche Erklärung für das künstlerisch
Unbefriedigende des Abends: Recht salopp und schon ab Reihe 13 nur noch mit
Mühe zu verstehen, erzählte die Diva von ihren Zahnproblemen, von Brücken und
Implantaten. Wenn wir recht verstanden haben, plagt sie sich mit einem
Provisorium. Sollte man, bis der Zahnarzt das perfekt geregelt hat, nicht
besser der Bühne fernbleiben? Oder, wenn schon die Künstlerin unbedingt singen
will, das Publikum wenigstens vor Konzertbeginn wissen lassen, worauf es sich
einläßt?
21
21.10.2005
Wetzlar
Mittelhessen Arena
Klavier: OSIAS WILENSKI
25
25.10.2005
Grande Dame
des Operngesangs gewinnt die Herzen
Liederabend mit Montserrat Caballé in trostloser Atmosphäre
WETZLAR.
Stehende Ovationen und anhaltender Beifall waren die herzliche Ehrung für eine
leibhaftige Diva, als die berühmte spanische Grande Dame des Operngesangs
Montserrat Caballé in der Wetzlarer Mittelhessen-Arena auftrat. Trotz ihres
Alters von nunmehr 72 Jahren vermag sie durch ihre atemberaubende, glasklare
Stimme und ihr mitschwebendes Charisma zu überzeugen und die Herzen des
Publikums zu gewinnen. Dennoch ging die gewisse Portion an noch vorhandener gesanglicher
Strahlkraft in den Weiten der Halle verloren. Obwohl der Saal durch einen
schwarzen Vorhang als Trennwand auf das hintere Drittel der Arena verkleinert
wurde, blieb die Atmosphäre trostlos. Vor etwas über 1000 Zuhörern, die trotz
des erst kurzfristig gestarteten Kartenvorverkaufs gekommen waren, wirkte die
Sopranistin mit ihrem nicht weniger alten Klavierbegleiter Osias Wilenski auf
dem schmucklosen Bühnenpodest leicht verloren. Wilenski, argentinischer
Pianist, Komponist und Filmemacher, vertrat den erkrankten Manuel Burgueras.
Überraschend
war das musikalische Programm: Wer große Opernarien á la Mozart, Verdi, Puccini
und Donizetti erwartete oder gar mit dem legendären Olympialied
"Barcelona" im Ohr angereist war, erhielt eine eineinhalbstündige
Lehrstunde in einem meist weniger bekannten Vokalrepertoire des 19.
Jahrhunderts. Dieser vorwiegend besinnliche Liederreigen wirkte in der Arena
deplaziert und hätte sich eher in klassischerem Ambiente entfalten können.
Während der bei den Gesangsvorträgen eingekehrten Stille konnte man erstmals
einen Zug an der Arena vorbeifahren hören.
Zunächst
widmete sich Caballé italienischen Opernarien von Nicola Vaccai, Giuseppe
Severio Mercadente und Johannes Simon Mayr, die mal ruhig gemächlich, mal
leicht beschwingt und auch schwermütig in ihrem Gehalt gesungen wurden. Gerade
Vaccai dürfte Gesangsstudenten durch seine Lehrwerke zum italienischen Gesang
bekannt sein. Insbesondere in den gesteigerten Abschlusskoloraturen setzte
Caballé ihr ansteckend sympathisches Lächeln auf. Zum Schmunzeln regte auf
beiden Seiten aber auch ihr Werkeln mit dem widerspenstigen Notenpult an.
"Wir
wollen uns doch nicht erkälten", machte die Sängerin bereits nach der
zweiten Nummer auf die ungesunde Auswirkung von Zugluft auf die Stimmbänder
aufmerksam.
Der
folgende Block widmete sich ganz dem bekannteren französischen Komponisten
Charles Gounod (1818-1893). Schöner Gesang entfaltete sich gleich in der
getragenen Solokantilene "Nuit resplendissante" aus der Oper
"Cinq Mars", in der die in den Marquis de Cinq Mars verliebte
Prinzessin Maria ihren Liebsten wünscht, im Frieden einer süßen Nacht zu ruhen.
Nach einem leichten Bolero, dem sehr gehaltvollen "Repentir", in dem
der göttliche Erlöser gehuldigt wird, sowie in der schnellen Lieddichtung "Au
printemps" gab es für den Pianisten sogar ein Küsschen.
Im
zweiten Teil des Programms ging es zurück in Caballés Heimatland Spanien. Nun
trug die Sängerin unbekannte andalusische Werke des 19. Jahrhunderts vor.
Temperamentvoller und stellenweise mit flamencoartigen Anspielungen gaben die
romantisch-klassischen Kompositionen einen Hauch südspanischer Stimmung wieder.
So waren das "La maja de Triana" von Joaqíun Espín y Guillén von
einigen Flamenco-Rhythmen, das im Cante chico-Stil launisch vorgetragene "La
vivandera Andaluz" (Basilio Basili) von typischen Kadenzwendungen sowie
die ernste "Saeta" (Joaquín Turina) mit den wehklagenden
"Ay"-Silben in melismatischen Verzierungen durchzogen.
Als
zum Abschluss mit dem flotten, hektischen und mit schnellen Textpassagen vorgetragenem
Lied "Cunas de los niños" die Sängerin mit würdigem Applaus gefeiert
wurde, war Pianist Wilenski scherzhaft der Meinung, das Stück sei nicht schnell
genug gewesen. So gab es als Zugabe das Lied in angezogenem Tempo und unter
stehendem Beifall des Publikums noch einmal zu hören. Auch wenn der Rahmen des
Liederabends nicht die nötige Atmosphäre lieferte, so wussten die Zuhörer den
Gesang und das Lebenswerk Caballés zu honorieren.
26
26.10.2005
Hamburg
Laeiszhalle - Gr. Saal
28/10/2005 - Hamburg
28/10/2005
- Hamburg
Montserrat Caballé - Die Königin der hörenden Herzen
Diesmal
hat sie es sich und ihrem Publikum gar nicht leicht gemacht. Montserrat Caballé
gab in der Musikhalle einen klassischen Liederabend, anspruchsvoll und
vielschichtig im Programm, auf die Wunschkonzertnummern aus Operette, Zarzuela
und Folklore verzichtete sie gänzlich. Die Grande Dame der alten Schule des
Belcanto will es mit ihren 72 Jahren noch mal wissen, sie ködert ihre Fans
nicht, sondern verführt sie behutsam - an einem Abend der zart anrührenden, der
tief empfundenen, der spektakulär leisen Töne. Die Caballé ist und bleibt die
Königin der Pianokultur, die sie mit ihrer stupenden Technik, ihrer
geschmackvollen Stilsicherheit und ihrer so persönlich timbrierten
Stimmschönheit wunderbar zelebriert. Wer sie jetzt wieder hörte, mochte
glauben, eine Sängerin auf der Höhe ihrer Kunst zu erleben. Wohl braucht sie
zum Warmwerden heute ein bißchen länger, geschickt hat sie dafür italienische
Arien von Nicola Vaccai, Saverio Mercadante und Johannes Simon Mayr gewählt, um
in einer Liedgruppe von Charles Gounod dann vollends eingesungen zu sein. Klang
ihr Forte anfangs noch ein wenig gaumig, baut sie in "Repentir"
dramatische Aufschwünge mit der Attacke und Bravour einer Jungen auf, um ihren
Gounod schließlich mit einem ins Pianissimo zurückgenommenen Spitzenton zu
krönen. Mit unbekannter andalusischer Musik des 19. Jahrhunderts überraschte
die Katalanin in nicht minder feinfühliger Manier und lieferte ein Exempel
höchster Atemkontrolle und Phrasierungskunst. Manuel Burgueras am Flügel war
ihr mit farbenreichen Zwischentönen aufwartender, klug mitatmender Begleiter.